Después de pasar casi un verano entero en Madrid, ¿con qué voy a soñar? Pues con cosas muy raras. Como éstas.
Sueño una calle blanca al sol de agosto. Hay un banco de piedra en el que me gustaría sentarme un rato, a secar esta humedad que me pudre la piel, a ver pasar chicas vestidas de colores vivos, pero es temprano aún y la calle está desierta. No hay rojos ni verdes, así que me conformo con ver pasar las nubes, rotas en jirones blancos sobre un fondo azul brillante. El aire huele a mar y a sábanas tendidas. Todo es azul y blanco.
Sueño una calle blanca al sol de agosto. Hay un banco de piedra en el que me gustaría sentarme un rato, a secar esta humedad que me pudre la piel, a ver pasar chicas vestidas de colores vivos, pero es temprano aún y la calle está desierta. No hay rojos ni verdes, así que me conformo con ver pasar las nubes, rotas en jirones blancos sobre un fondo azul brillante. El aire huele a mar y a sábanas tendidas. Todo es azul y blanco.